¿Quién hubiera pensado que la batalla entre hombres y mujeres llegaría a la mesa en un país con una brecha de género tan grande? Bueno, aparentemente ¡así es! Un estudio reciente ha sido publicado en el Informes Científicos muestra una tendencia sorprendente: en países donde hombres y mujeres son más iguales, los hombres tienden a comer más carne que las mujeres.
Este estudio integral recopiló información de 20.802 personas en 23 países desarrollados, incluidos Estados Unidos, Canadá, varios países europeos, Australia y Nueva Zelanda. Estos países fueron elegidos por su alta clasificación en el Índice Global de Brecha de Género. La encuesta, que se realizó en 2021, confirmó la exactitud al excluir a las personas que dieron respuestas incorrectas, dejaron la encuesta incompleta o no sabían si eran mujeres o hombres.
Los participantes también informaron que comen con frecuencia de 1.0 a 11, considerando diferentes tipos de carne como res, cerdo, pollo. Los investigadores contaron el número de estos grupos para determinar cómo comían animales terrestres.
Los hallazgos son esclarecedores: con excepción de China, India e Indonesia, la brecha de género en el consumo de carne fue mayor en los países con mayores niveles de desarrollo y mayor igualdad de género. Este enfoque muestra la compleja interacción entre el progreso humano y los hábitos alimentarios sostenibles.
Utilizando el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y el Índice Global de Brecha de Género (GGGI), los investigadores analizaron la relación entre el desarrollo de un país, la igualdad de género y los patrones de consumo animal. Las principales estadísticas dependen de la edad y el género, lo que muestra una interacción significativa que muestra que la igualdad de género y el desarrollo del país inciden en el consumo.
Aunque ha habido un cambio global hacia una dieta basada en plantas, especialmente entre las mujeres, el consumo de carne es la norma en países con una amplia brecha de género. Esta tendencia fue similar en la mayoría de los grupos de edad, especialmente entre la población más joven, lo que muestra que algunos alimentos tradicionales persisten a pesar del cambio de roles sociales.
El profesor Christopher Hopwood, psicólogo de la Universidad de Zurich y uno de los autores del estudio, enfatizó las implicaciones de los hallazgos y dijo: «Cualquier cosa que se pueda hacer para reducir el consumo de carne en los hombres tendría un mayor impacto, en promedio, que en las mujeres.» Esta revisión destaca los posibles beneficios ambientales y de salud pública de los cambios en la dieta de los hombres.
El estudio también investigó las razones culturales detrás de estas prácticas, mostrando que los hombres pueden ver el consumo de carne como parte de su identidad, vinculada a las ideas tradicionales de masculinidad. Los hombres son más propensos que las mujeres a decir que comer carne es ambiental o a tener una mejor opinión de los animales no humanos. Esta información es muy importante porque muestra cómo los factores culturales y de personalidad afectan la elección de alimentos más que solo consideraciones alimentarias. Sin embargo, aunque este estudio proporciona información sobre la relación entre la igualdad de género y el consumo de animales, no responde claramente por qué persisten estas prácticas, por lo que se necesita más investigación social y psicológica.
Las implicaciones ambientales de estos hallazgos son significativas. La producción animal contribuye significativamente a las emisiones, la deforestación y el uso del agua. Esta investigación enfatiza la necesidad urgente de intervenciones nutricionales que tengan en cuenta factores sociales y culturales.
Además, impulsa campañas de salud pública que no sólo promueven una alimentación sostenible sino que también combaten la cultura de los carnívoros. Colaborar con sociólogos y psicólogos para desarrollar mensajes que sean relevantes para los hombres puede conducir a cambios significativos en los hábitos alimentarios.
En conclusión, este estudio muestra el papel especial de la nutrición en grupos que tienen igualdad de derechos entre hombres y mujeres y hago un llamado a la acción de los responsables políticos y promotores de salud. Al comprender y abordar los profundos factores culturales y sociales que influyen en la elección de alimentos, podemos trabajar hacia dietas más saludables y respetuosas con el medio ambiente tanto para hombres como para mujeres. El desafío ahora es traducir esta información en políticas y prácticas efectivas que puedan marcar una diferencia real.
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